Economía es creación

Por Tomás Salas Fernández

Reseña sobre el autor: TOMÁS SALAS

Álora (Málaga) 1960. Profesor de Lengua en la Enseñanza Secundaria. Doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga. Directivo de Guadalpyme. Colabora con artículos de opinión en prensa y en algunas webs sobre temas culturales, socio-económicos, históricos. Publica, además, trabajos de investigación en algunas revistas.

 

Hay una pregunta que parece simple, pero cuya respuesta puede conducirnos a ciertas conclusiones sorprendentes y a desempolvar tópicos enquistados sobre la economía y la riqueza. ¿Por qué la gente rica, o simplemente acomodada, trabaja tanto? Si tienen suficiente para ellos y para sus descendientes en varias generaciones, si posen bienes y riquezas que no podrán consumir en una sola vida, ¿por qué se siguen afanando, pegados a sus agendas y a sus móviles, como los antiguos esclavos estaban pegados a sus cadenas? ¿Es la actividad económica una especie de droga que “engancha” y domina nuestra voluntad? ¿Qué buscan en realidad?

 

Sin embargo, nunca nos preguntamos por qué los escritores siguen escribiendo o los pintores pintando o los deportistas entrenando. Existe aquí un prejuicio previo. El de suponer que cualquier actividad  -especialmente las relacionadas con la cultura- es creativa e incluso altruista. En cambio, se suele ver a la economía como una actividad sobre todo movida por intereses egoístas y materiales. Es cierto, pero en la misma medida que cualquier otra actividad humana. ¿Son los empresarios y comerciantes más egoístas que los profesores, los médicos o los deportistas? Los ejemplos podían alargarse. Todos los profesionales intentan, en principio, la búsqueda de su bienestar personal y el de su familia.

 

Incluso, cuando no hay remuneración, como en el trabajo voluntario, hay un cierto egoísmo consistente en la búsqueda del equilibrio emocional, de cierta satisfacción personal, que puede ser religiosa o simplemente ética. Sin embargo, cuando un profesor (es sólo un ejemplo) busca ganar dinero con su trabajo se ve la suya como una actividad noble y hasta altruista. Pero cuando intenta hacerlo un empresario o comerciante, se ve al fondo el negro egoísmo de la usura y del dinero inmoral.

 

En el fondo de todo, nos falta (más en los países mediterráneos que en los anglosajones, quizá por nuestra tradición católica frente a la protestante) la visión de la producción económica como un acto creativo y creador. La producción de riqueza -tenemos que comprenderlo- es creativa. En primer lugar, porque es imprevisible, porque está alejada de cualquier rutina y costumbre. No conoce la seguridad ni la repetición; se mueve siempre en el filo de lo probable. Busca la novedad; lo que a nadie se le haya ocurrido antes; lo que sea inédito y que venga a cubrir nuevas necesidades o apetencias. En segundo lugar (y como consecuencia de lo anterior) porque necesita de las cualidades más humanas: de la creatividad, la inteligencia, la imaginación, la constancia, la moral en los momentos duros.

 

En una palabra, el día que comprendamos que el empresario a lo que más se parece no es a un negrero sin alma, sino a un artista, habremos empezado a comprender los mecanismos, tan complejos por otra parte, de la economía. Vuelvo a la pregunta del principio: ¿por qué la gente rica trabaja tanto? En el fondo (¿quién lo diría?), porque son unos artistas.